Políticos hijos de puta y su comunidad de borregos

Hay que llamar a las cosas por su nombre. La clase política española se ha creado una corrala con infinidad de organismos, estatales, autonómicos, municipales, empresas dependientes de la administración, colaboradoras de la administración, empesas concertadas y empresas públicas, en las que colocarse a ellos y a los suyos por los siglos de los siglos de siglos.

¿Y el pueblo? Pues el pueblo a vivir como muertos de hambre y con la espada de Damocles de no moverse mucho porque te comerán a multas, impuestos y lo que ellos quieran hasta convertirte en un completo proscrito social y económico.

Pero nada de esto es una dictadura. Ellos llaman a este teatrillo: democracia. Ellos, los políticos, no se manchan las manos, por lo general no lo hacen abiertamente, y queda feo que te pegue de golpes un gorila amaestrado con uniforme. Ellos te torturan económicamente, volviéndote loco, amenazandote, controlándote la vida y poniendo impuestos y tasas que convierten en una risotada las condiciones de vida de los miserables medievales, a los que siempre les quedaba la escapatoria de pedir asilo en un monasterio. Hoy ya, ni eso.

Mi indignación tiene su origen en muchos motivos. Demasiados. Pero el peor de todos es la mentira, este convencimiento que nos quieren imponer desde hace ya años de que el Estado no puede hacer nada por solucionar absolutamente nada. Y uno de esos temas, endémicos, es el de la vivienda.

Nuestros queridos pijo progre papanatas, han descubierto que la vivienda de protección oficial no puede ser, que hay que recurrir al alquiler. Esto está bien porque de esta forma estarás toda tu vida pagando casi el equivalente a una hipoteca a cambio de un techo. Se acabó la propiedad privada de un techo para las masas. Que se jodan. Eso es vivir muy por encima de nuestras posibilidades.

Y la gente se lo cree.

Pero volvamos la vista hacia el pasado. En aquellos terribles tiempos de la dictadura, cuando los políticos como tales no existían oficialmente y robar no era un derecho preferente sobre cualquier otro derecho, el Estado, cutre, aislado internacionalmente, de alpargata, subdesarrollado, sí que pudo construir cientos de miles de viviendas de protección oficial que acabaron siendo propiedad de personas que habían salido de sus pueblos de origen practicamente sin nada.

La fórmula era la de pagar un alquiler durante 30 años con derecho a compra. El Estado estaba involucrado en todo esto y aunque seguramente existieron irregularidades, que yo sepa no eran comparables a las actuales, donde el dinero público es utilizado como propina, no como un medio, y las casas de protección oficial acaban revendidas antes de llegar a ser habitadas y en propiedad de unas pocas manos.

El tocomocho del ladrillo no se puede entender sin la participación activa, incluso financiera, de las administraciones públicas en todos sus niveles. ¿Algún beneficio para los ciudadanos corrientes?

Aquellos que tuvieron la fortuna de vender a precio alto y comprar algo mejor, hipotecándose, claro, concluyen que la vida es así, que hay que aceptar las cosas como son, y lo piensan porque la jugada les fue favorable.

Los que están afixiados con sus hipotecas, sin trabajo, sin espectativas o han intentado vender sin éxito, no opinan lo mismo. El número de embargos rozó en el 2009 los 100.000. Para el 2010 algunos predicen una subida espectacular de esta cifra, los más pesimistas aseguran que podría doblarse.

¿Catastrófico? No, para nada. Los pisos pasarán a ser propiedad de los bancos y gracias a las maravillosas leyes españolas, que tenían cosas buenas y cosas malas, pero las buenas han sido suprimidas y las malas han permanecido, el piso se subasta. Y si en la subasta del piso no se cubren los gastos de hipotéca, pues su anterior dueño quedará endeudado con el banco por los siglos de los siglos de los siglos.

¿Pierde el banco? No, para nada. Nunca pierde. En la subasta el piso es adquirido por una sociedad intemedia que es propiedad de una filial del propio banco o de otro banco con el que se tiene montado un corralito de este para ti, este para mi, yo te compro este, tú me compras este otro. De esta forma evitan ser acusados de estafadores, pues el sistema es en realidad una estafa totalmente legal. Los bancos niegan este corralito. Siempre lo niegan. Pero existe.

Lo siguiente es volver a vender el piso, pero como las condiciones financieras no lo permiten, los señores banqueros han pedido al gobierno, a los políticos corruptos, que dediquen dinero público a la ayuda al alquiler, de los pisos propiedad de los bancos, y a la rehabilitación, porque algunos de estos pisos puede que no estén en buenas condiciones. Ya se sabe, cuando la gente es acorralada se comporta como un animal enloquecido y finalmente las casas pueden pagar los platos rotos de estas locuras.

Así que como decían en los dibujos animados: esto es todo amigos. Los políticos hacen lo que les interesa a los bancos, no lo que le interesa a los ciudadanos, y puestos así, y mirando lo hijos de puta de son todos estos políticos, el como nos torturan día a día con sus corruptelas, supuestas incompetencias y actos criminales, yo ya veo con otros ojos a Franco.

Me es triste decirlo, y cada día me lo planteo más seriamente, pero de aférrimo enemigo del franquismo, visto lo visto, estoy pasando a simple mosqueado y rebotado con la situación actual y bueno, me pregunto si realmente Franco era tan sumamente malo, o sólo era malo para ellos.

Y sí, ya sé, Franco mató y mandó matar a mucha gente, pero no olvidemos que los políticos también hicieron otro tanto: mandaron a decenas de miles de reclutas a morir desarmados al norte de África (diez cartuchos por soldado), organizaron revoluciones obreras de las que ellos salieron de rositas, como en Asturias, y también mataron y torturaron con absoluta impunidad en nombre de la revolucion popular durante la Guerra Civil. Y de haber ganado ellos, no me cabe la menor duda de que estos asesinatos habrían continuado matando y torturando.

Entre unos asesinos criminales y otros asesinos criminales, creo que por lo menos Franco se molestó en intentar crear condiciones de vida favorables para la población española, cosa que la clase política española nunca jamás ha tenido la intención de crearlas.