Una parte de la ciudadanía catalana, 60.000 para unos, casi millón y medio para otros, salió ayer a la calle para gritar: viva las cadenas.
Vamos por partes: Cataluña tiene del dudoso orgullo de poseeer una clase oligarquía política que goza de más libertad, autogobierno y beneficios de todo tipo, que la de muchos Estados considerados federales.
En treinta años de ejercicio, la oligarquia catalana ha conseguido importantes logros. Logros para esa oligarquía, que no para el pueblo catalán. Hagamos una lista.
De representar más del 30% del Producto Interior Bruto de España, ahora Cataluña representa poco más del 18 por ciento.
De ser una región cosmopolita, abierta y próspera, admirada por toda España, ahora es una región cerrada y pueblerina, que se mira el ombligo, con conflictos permanentes con sus vecinos, ya sean aragoneses, baleares, valencianos, o con cualquier otra comunidad mediante campañas de adopción de niños extremeños, por ejemplo.
De ser una comunidad a la que se le atribuía un merecido sentido común, ahora es la CC.AA más endeudada de España, tanto en números totales, como en números percápita y sólo Valencia supera en deuda en relación al Producto Interior Bruto a la actual Cataluña que en números simples, y sin ejercer la sobada creatividad financiera, está en la más absoluta banca rota con la valoración de su deuda en bajada libre (bajada que ha terminado por afectar a otras CC.AA) y que si no llega al bono basura griego es por la presencia de papa Estado España, garante final de la deuda catalana.
De ser una comunidad con prestigio de trabajadora y eficiente, ahora se caracteriza por ser la CC.AA con más altos sueldos públicos. Un policía autonómico catalán resulta 600 euros mensuales más caro que un policía nacional español; casi todos los altos cargos del gobierno catalán cobran más que el presidente del gobierno de España. Sumemos a esto dispendios en oficinas y nuevas entidades, públicas y ciudadanas, financiadas con dinero público, que incluso se permiten la alegría de financiar colegios en la Francia, en la llamada Cataluña Nort, cuando en la propia Cataluña cientos de miles de niños reciben clases en precarios barracones, ahora llamados módulos educacionales.
A este disparate hay que sumarle el establecimiento de embajadas, la financiación de polígonos industriales en el Norte de Africa, para deslocalizar empresas catalanas usando para ello el dinero del contribuyente catalán, y el regalo de dinero público, ejemplo: un millón de euros a una tribu del amazonas, como si este dinero sobrara o saliera del sudor de tan expléndida casta oligárquica y no de los contribuyentes catalanes.
Para rematar la cuestión, los ciudadanos catalanes padecen el pago de peajes. Y todo gracias a la concesión prorrogada por la Generalitat a ACESA, propiedad de La Caixa, entidad, que como otras financieras, se caracteriza por condonar o traspapelar la necesidad del pago de los préstamos dados a partidos políticos, los mismos partidos políticos catalanes que por el bien de Cataluña y de su ciudadanos, renuevan este tipo de concesiones caducadas años ha.
Podría acabarse ahí la sumisión de los catalanes a esta casta oligárquica que ha demostrado repetidas veces, incluso en el parlamento catalán, con el tema del famoso 3 por ciento, que para el que sabe de que va el asunto no es un 3 por ciento, pues en ocasiones, aunque sería díficil de probar, antes acabaría el acusador muerto en accidente de tráfico, o en la cárcel por cualquier otro asunto, la mordida llega al 30 por ciento, pero es que los catalanes padecen, gracias a sus entes locales, ayuntamientos, diputaciones, y otros de carácter semiprivado, la mayor presión fiscal de toda España.
¿Son robados y saqueados los catalanes? Sí, pero lo son precisamente por la casta oligárquica que arropada en la senyera, consigue que un gran número de estos desplumados cuidadanos, por el mero ardor patriótico, o gástrico, salga a la calle y les siga animando a tener más y mejores leyes, con jueces a la carta incluidos, para que les desplumen más y mejor, y sin la anestesia del Estado Central, único contrapunto al saqueo imparable que ejerce impunemente esta oligarquía catalana, pues todos sus desmanes no son culpa de ellos, son culpa de Madrid y de España.
¿Y cómo se atreven a tanto esta gente? Se atreven porque España no puede romperse. Sería la ruína general, y mucho más que general, la ruína total para Cataluña. Pero gracias a este "no puede romperse", se tensa la cuerda de los privilegios, se exigen nuevos poderes políticos, más impunidad de accion y competencias, transferencias para poder privatizar y semiprivatizar, que el juego está en crear organismos semiprivados al servicio de la administración porque estos organismos no pueden ser auditados por el Tribunal de Cuentas, lo que permite colocar, robar, y distraer importantes cantidades y recursos para el interés personal, el del partido o la muy necesaria creación nacional de Cataluña.
Así que en esta Cataluña arruinada, sin otro futuro que el que el resto de España le pague los platos rotos de su impagable deuda, esta clase oligárquica seguirá endeudándose, como ejemplo, con TV3, y gastando lo que no tiene, hundiendo Cataluña en el fango económico y moral, y mientras esto ocurre, periódicamente los catalanes, con el estómago removido y con razón, pero con la brújula de buscar los culpables muy mal orientada, saldrán a la calle con una senyera para gritar bien alto: "Visca les cadenes".
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