Sánchez Dragó, escritor, aventurero, articulista, presentador de televisión y fustigador de niñas japonesas de trece años. Es lo que podría ponerse perfectamente en la tarjeta de visita de este individuo.
Sánchez Dragó tiene ese don, tan extendido entre los escritores y aventureros de postín, de tener que dejar constacia, iluminar y deslumbrar al público con mucho más de lo que en realidad sabe, que puede ser mucho, pero que a base de escurrir el tintero, suele acabar en enciclopedia viva de lo pedante y pretencioso del ser humano mal templado por la modestia.
Lo último en escurrirse del tintero de este adalid de la prosa carpetovetónica, ha sido la publicación de unas conversaciones en las cuales confesaba haber mantenido, allá por los años 60 del pasado siglo, ahí es nada, relaciones sexuales con dos japonesitas de 13 años que se turnaron en la faena de trasportarlo a las más altas cimas del éxtasis sexual. Reconcía su hazaña sexual en este nuevo siglo porque el crimen ya había prescrito.
Lo primero que salta a la vista de la forma de ligar de Sánchez Dragó, es que les pidió el DNI, o algún tipo de documento a las chicas japonesas para así tener a buen seguro que se estaba enrollando con dos japonesitas de exactamente 13 años. Tras esta desastrosa forma de cortejo amoroso, o siquiera presexual, como está claro que en Japón las tradiciones son muy distintas a las españolas, las chicas continuaron al lado de Sánchez Dragó, lo cual deja en evidencia lo grandioso de las enseñanzas de Confucio y que ellas no sabían nada de español, porque de entenderlo, habría resultado imposible que permanecieran a su lado más de diez minutos sin ser víctimas de un sopor insoportable sólo comparable a la compra de cierta marca de somier cuyo sólo nombre produce narcolepsia.
Aclarados todos estos, nunca mejor dicho, pormenores, resulta que ahora, Sánchez Dragó, que parecía en buena posición para fundar algún partido político que postulara la legalización de la pederastia, va y se retracta de todo diciendo que en realidad no sabe la edad que tenían las chicas, que las japonesas son muy pequeñas, que tienen cuerpo y cara aniñada, que iban muy maquilladas, que fueron ellas las que se lo llevaron al huerto. Y bien, aquí se demuestra que no sólo en literatura, filosofía oriental, historia, política o aventuras extrasensoriales, incluso en una simple correría con prostitutas, Sánchez Dragó usa más tinta de la que tiene en el tintero.
Pero no nos pongamos trágicos. Lo siguiente ha sido que Sanchéz Dragó a jurado por su honor, toma esa, que jamás ha mantenido sexo con menores.
Para un tipo que un día se levanta español, otro día dice “sentir vergüenza de ser español”, al otro sale de la cama y dice que ahora sí es español, porque “España es como una doncella ultrajada que precisa que alguien la defienda”, le habría salido mucho más creíble: jurar por su falta de sentido común, que jamás ha mantenido sexo con menores.
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