España es un país en el que se lee muy poco y entre lo poco que se lee, la mayoría de aquellos que se declaran cristianos, especialmente los católicos, jamás han leído la Biblia, su supuesto libro sagrado.
Es normal en España encontrarse con personas, principalmente católicos a la manera española, que confunden la ética con la religión cristiana.
Lo cierto es que la Biblia es completamente ajena a la ética. El Dios bíblico no tiene inconveniente en arrasar ciudades, matar primogénitos, amenazar, chantajear o matar de forma miserable a aquellos que se intermponen en sus propósitos, o en los propósitos de su pueblo elegido.
Es evidente que esta forma miserable de proceder está muy alejada de la ética, esa que inventaron los filósofos griegos. Lo que salva al cristianismo es el Nuevo Testamento, en el que sí que encontramos algo de ética, incluso valores éticos extremos e inasumibles por una persona normal, como es el perdón ante cualquier mal, el amar al enemigo, el querer al prógimo como a uno mismo, la universalidad de la humanidad y del amor humano. Esto sí que tiene algo que ver con la ética, aunque también se podría aducir que es una ética realmente difícil de practicar, asumir y basada por completo en una recompensa en la otra vida, que es justo a donde con una sonrisa en la cara te va a mandar tu enemigo cuando le digas que le perdonas de corazón que te corte el cuello.
Pero volvamos a la ética, porque la ética religiosa judía en poco se diferencia de la islámica, y el error, principal, está en mezclar la parte escrita por paganos, el Nuevo Testamento, con la escrita por judíos, el Viejo Testamento, porque si el transfondo ético del Nuevo Testamento es sobrehumano y de muy difícil o imposible cumpliento a largo plazo sin ser asesinado, el Viejo Testamento rezuma una mezquindad y una vileza de la que sólo se salvan algunos fragmentos sapienciales realmente humanos y amargos, de un pesimismo en la condición humana verdaderamente relista que se ha mantenido por los siglos de los siglos.
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