La historia oficial del bombardeo aliado sobre Dresde ha cambiado mucho. Del baile de las primeras cifras de entre125.000 a 500.000 víctimas, hemos llegado a las actuales 20.000 a 35.000 víctimas oficiales. Que la historia es utilizada como arma política, es una evidencia, y los bombardeos de Dresde, no iban a ser ninguna excepción. En el futuro, es muy posible que el número de víctimas baje hasta las 2.000.
La realidad, fue la siguiente:
Día 13 de febrero de 1945, el cielo de Dresde amanece despejado. La ciudad de poco más de 600.000 habitantes, llamada también la Florencia del Elba, es reconocida como una de las más bellas de Europa. La II Guerra Mundial está a punto de terminar, el frente del Este está cerca, el ejército rojo avanza sobre Alemania y cientos de miles de refugiados de la cercana Silesia abarrotan las calles de Dresde. Hay tantos refugiados que tienen prohibido permanecer en la ciudad más de un día.
Es época de carnaval, pero en Dresde, la antigua capital imperial de Sajonia, sólo los niños pasean por las calles disfrazados, haciendo travesuras y disfrutando de aquel fantástico día de primavera. Al día siguiente será San Valentín. Las salas de espera de la estación de ferrocarril se halla abarrotada de personas, con sus escasas pertenencias. Los edificios públicos también estan atestados de catres y camas en los que duermen los refugiados. El flujo humano es tan grande, que el extenso parque ‘Grosser Garten’ es un mar de tiendas de campaña en el que se apretujan unas 200.000 personas, familias enteras huídas del frente del Este. En la ciudad también se encuentran unos 25.000 prisioneros de guerra ingleses y norteamericanos. Nadie sospecha que ese mismo día, en Inglaterra, miles de aviones están siendo preparados para iniciar la “operación trueno” que pretende reducir la ciudad a cenizas.
Dresde es una de las pocas ciudades alemanas que no han sufrido bombardeos aliados. Sólo han ocurrido dos y en las afueras. En la ciudad se tiene el convencimiento de un pacto secreto: alemania no atacará Oxford y los aliados respetarán la antigua capital imperial de sajonia, la monumental Dresde. La ciudad carece de defensas antiaéreas. Los cañones antiaéreos han sido enviados al frente y en su lugar se han colocado réplicas de cartón piedra. El cercano aeródromo de la Luftwaffe, consta de 9 aviones que carecen de combustible.
A miles de kilómetros, el Mariscal británico Artur Harris, conocido por sus hombres como “carnicero Harris” y “bomba Harris”, ha planificado el ataque. A los aviadores de la RAF se les facilita el siguiente memorandum.
“Dresde, la séptima ciudad más grande de Alemania y no mucho menor que Mánchester, es también el área urbanizada sin bombardear más extensa que tiene el enemigo. En pleno invierno, con refugiados desplazándose en masa hacia el oeste y tropas que necesitan descanso, los tejados escasean, no sólo para dar cobijo a trabajadores, refugiados y tropas por igual, sino para albergar los servicios administrativos que se han desplazado desde otras zonas. Antaño famosa por sus pocelanas, Dresde se ha convertido en una ciudad industrial de importancia prioritaria. [...] Las intenciones del ataque son golpear al enemigo donde más lo sienta, en la retaguardia de un frente a punto de desmoronarse [...] y enseñar a los rusos cuando lleguen de lo que es capaz el Comando de Bombarderos de la RAF.”
A las 17,20 horas del día 13, los aviones ingleses ruedan por sus pistas. La primera oleada de pathfinders, más 9 aviones “mosquito” y 254 bombarderos de la RAF, despegan rumbo a su objetivo. Han de recorrer 1.100 kilómetros. Los planes de la RAF consisten en realizar un “bombardeo en alfombra”, o por saturación, que deje el área atacada completamente devastada.
La mitad de las bombas cargadas en los bombarderos son explosivas por impacto con un retardo de entre 30 segundos y varios minutos. El mecanimos es muy simple. La bomba es lanzada y al impactar un recipiente interior con acetona se rompe y entra en contacto con un muelle tensado que está retenido por un disco de plástico. La acetona debilita el plástico y el muelle acaba por impactar contra el detonante causando la explosión. Según la tensión dada al muelle, o el grosor del disco de plástico, la bomba tardará más o menos en explosionar. El objetivo es que por gravedad las bombas atraviesen el blanco y exploten una vez han llegado a los sótanos de las edificaciones.
El resto de las bombas están cargadas con un gel formado por caucho y gasolina que al impactar explota y la pasta se pega a todo lo que encuentra, incendiada, y continúa ardiendo incluso si se le arroja agua. Con el tiempo este gel pasará a ser conocido como napal.
Mientras la primera oleada de aviones se acerca a su objetivo, la ciudad sigue su vida normal. Los museos están cerrados, pero algunas salas de cabaret siguen con sus espectáculos. El famoso circo Sarracini, con su carpa permanente de acero, continúa con sus funciones circenses. La vida sigue hasta que a las 21,40 horas, suenan las alarmas antiaéreas. Las emisoras de radio llaman a la población a los sótanos y refúgios. Frau Trude Sarracini, la joven domadora de caballos, se dirige al público y le ruega que avandonen el circo para ir a los refugios. Los espectadores no hacen caso. No es la primera vez que las alarmas suenan y no se produce ningún bombardeo. Dresde es como Oxford, nadie atacaría una ciudad tan bella. Trude Sarracini tiene que rogar al público que avandonen sus asientos o de lo contrario les multarán y les cerrarán el circo por no desalojarlo. Es la 275ª vez desde que comenzó la guerra que las sirenas suenan en Dresde.
Alrededor de las 22 horas se escuchan los primeros aviones sobrevolando la ciudad. Es la escuadrilla de pathfinders y los nueve cazas mosquito. Han de fijar los objetivos, pero no distinguen ningun edificio singular. Tras un vuelo rasante, identifican el campo de fútbol y lo toman como punto de referencia para poner las señales que guiarán a los bombarderos. Hacia las 22:03 los «árboles de Navidad» de los pathfinders británicos iluminaron el centro de Dresde y dos minutos más tarde, los nueve Mosquitos arrojan sus marcadores rojos sobre el estadio de fútbol.
La ciudad se ilumina con racimos luminosos que van cayendo lentamente desde el cielo. Parecen árboles de navidad.
Diez de los bombarderos Lancaster han quedado fuera de servicio durante el largo viaje de 1.100 kilómetros, pero los 244 restantes realizan su cometido. En sólo ocho minutos lanzan toda su carga al sudoeste del punto de marcaje formando un abanico de 45 grados que abarca desde la gran curva del río Elba al oeste de la ciudad, la zona industrial de Ostragehege y la estación de ferrocarril, dos kilómetros y medio hacia el sur en línea recta.
En ocho minutos, 524 bombas blockbusters, con capacidad de destrucción cada una de una manzana de calles completa, más 1800 bombas explosivas con retardo y 200.000 dispositivos incendiarios caen sobre la indefensa ciudad. Lo bombardearon todo, incluidos hospitales, asilos y escuelas.
En menos de 15 minutos, la RAF ha incendiado unas tres cuartas partes de la Altstadt de Dresde.
La lluvia de bombas es tal, que el único bombardero derribado lo es porque le cae encima una bomba lanzada por otro bombardero que vuela por encima suyo. A las 22,15. La ciudad es un desesperanzador lamento de gritos y sollozos.
Los supervivientes que deciden salir de los refugios para apagar los fuegos, son víctima de las bombas de explosión retardada.
De las poblaciones vecinas y del extraradio de la ciudad acuden bomberos y brigadas de socorro. No saben que una segunda oleada de bombarderos con la misión de exterminar a las brigadas de socorro, ya ven a cientos de kilómetros, desde el aire, la inmensa hoguera que es Dresde. Ni un sólo miembro de los bomberos y de las primeras brigadas de socorro sobrevive al segundo ataque que se produce tres horas más tarde, sobre la una de la madrugada.
En esta ocasión ya no hacen falta los aviones mosquitos que marcaran el objetivo. A las 1,30 h. de la mañana del 14 de febrero, día se San Valentín. La ciudad arde sin piedad. Todos los socorristas, y ayuda médica llegada del extraradio y de ciudades cercanas, han muerto. Cuando oyeron el ruido de la segunda oleada de bombarderos acercándose ya los tenían encima. Esta vez nadie pudo avisarles, la ciudad estaba sin electricidad. El número de bombarderos se había doblado. En esta ocasión 550 bombarderos británicos Lancaster sobrevolaron Dresden. La mayoría de las bombas que llevaban eran bombas incendiarias destinadas a hacer el mayor daño posible en los edificios. Se lanzaron 650.000 dispositivos incendiarios sobre los 15 kilómetros cuadrados de la zona bombardeada. Con este segundo bombardeo, Dresde, una ciudad que históricamente se había hecho famosa por el arte y la cultura que encerraba, quedó reducida a cenizas. De este segundo bombardeo se guarda una proyección en el Imperial War Museum de Londres.
Los incontables incendios rápidamente se unieron en uno solo para formar una “tormenta de fuego huracanado” que recorrió las arterias principales de la ciudad. Las fortísimas temperaturas que se alcanzaron derritieron el vidrio y el metal. El remolino creado por el monstruoso consumo de oxígeno succionó hacia su interior a todo lo que encontraba incluyendo todo tipo de objetos y personas. Grupos enteros de personas fueron arrastradas por el viento, “salían volando hacia las llamas como una hogaza de pan que se tira a un horno”. Otras murieron calcinadas, de shock térmico o de sobrepresión, o bien, asfixiadas en los refugios por los gases de la combustión o la falta de oxígeno.
El incendio alcanza temparaturas superiores a 1.500 grados que deforman el acero y derriten el vidrio de los cristales destrozados.
Tras este segundo bombardeo, parece que por ha terminado el infierno. Pero una vez más los supervivientes se equivocan. Once horas más tarde del segundo ataque, vuelve a llover fuego del cielo.
A las 12,12 h. del 14 de febrero llega la tercera oleada de bombarderos que deja caer otro diluvio de muerte sobre la ciudad. Esta vez fueron 311 bombarderos B-17 de las fuerzas norteamericanas acompañados de cinco cazas. En esta ocasión cayeron sobre la ciudad 1800 bombas explosivas y más de 126.000 artefactos incendiarios.
Según testigos, los cazas que acompañaban a los bombarderos se dedicaron a ametrallar a los grupos de supervivientes que intentaban escapar de la ciudad. Entre los ametrallados se encuentran prisioneros de guerra británicos y norteamericanos. Las fuerzas aéreas norteamericanas siempre han negado estos ametrallamientos descritos por los supervivientes. La explicación es que habría sido una locura que con el humo de los incendios y a 1000 kilómetros de sus bases, los cazas se arriesgaran a realizar este tipo de acciones. Además, argumentan, no hay documentos alemanes oficiales que respalden la versión de los supervivientes. En cualquier caso, justifican la versión de los testigos como el fruto de combates aéreos entre cazas alemanes y americanos volando a ras del suelo, pero que se sepa, no existió ninguna oposición aérea a estos ataques por parte de la aviación alemana. Esta falta absoluta de reacción aérea fue duramente criticada por Joseph Goebbels, que se mostró partidario de ajusticiar a los máximos responsables del hecho por inútiles.
Tras este ataque, la ciudad continua ardiendo. Las vigas de madera de los edificios y el napal alimentan el incendio.
A las 10,15 h. del día 15 de febrero finalmente se desploma la Iglesia de Frauenkirche, el símbolo de la ciudad. Pero aún así, ese mismo día 15 aún hubo un último ataque aéreo de menor consistencia ejecutado por 211 bombarderos B17 estadounidenses que arrojaron otras 460 toneladas de bombas, según la USAF, ninguna de ellas incendiaria.
Después de aquello, el horror continuó, pues los incendios tardaron varios días en apagarse y los muertos se acumulaban en las calles. A la nube tóxica producto de los vapores de las bombas, el fuego, las cenizas, la falta de aire respirable, se unía el riesgo de enfermedades. El 25 de febrero, 3.865 cuerpos tuvieron que ser incinerados, sin identificar, en la actual plaza del mercado viejo. 25.000 fueron enterrados en el cementerio.
Kurt Vonnegut, novelista norteamericano, fue uno de los siete prisioneros de guerra estadounidenses que logaron sobrevivir a los bombardeos de Dresde.
Vonnegut estuvo recluido en un sótano destinado a empaquetar carne, llamado Matadero Cinco, donde habían sido encerrados por los alemanes. "Una destrucción completa," recordaría más tarde. "Una matanza inconcebible." Los alemanes lo pusieron a trabajar apilando cuerpos para enterrarlos en fosas comunes pero, según explica Vonnegut, "había demasiados cuerpos que enterrar, así que los nazis prefirieron enviar a unos tipos con lanzallamas. Todos esos restos de víctimas civiles fueron reducidos a cenizas."
Esta terrible experiencia constituye la base de su obra más conocida, Matadero Cinco, y aparece como tema recurrente en al menos otros seis libros suyos.
Una de las mayores curiosidades del bombardeo en alfombra sobre Dresde, lo constituye el hecho de que las principales zonas industriales de la periferia, que tenían una extensión enorme, no fueron bombardeadas. Alexander McKee hace hincapié en que “los objetivos militares no fueron atacados, salvo uno o dos que fueron alcanzados por accidente”.
Según datos de la USAF, en los distintos bombardeos sufridos por Drede durante la Segunda Guerra mundial, se lanzaron sobre la ciudad un total de 4.428 toneladas de bombas explosivas y 1.782,5 toneladas de bombas incendiarias .
El Primer Ministro Winston Churchill, fue uno de los principales instigadores de los bombardeos a poblaciones alemanas, pero el 28 de marzo de 1945, redactó un telegrama dirigido al General Ismay y a los jefes del estado mayor británico, que no llegó a enviar, y que decía lo siguiente:
“Pienso que ha llegado el momento de replantearse la cuestión de bombardear las ciudades alemanas con el mero propósito de propagar el terror o bajo otros pretextos. De lo contrario, al final sólo controlaremos un país completamente arrasado... La destrucción de Dresde pone seriamente en entredicho la conducta de los Aliados en lo referente a bombardeos. Soy de la opinión de que los objetivos militares deben ser, de ahora en adelante, estudiados de forma más estricta atendiendo a nuestros propios intereses, no a los del enemigo. El Secretario de Exteriores me ha hablado de este tema y percibo la necesidad de una concentración más precisa en objetivos militares, tales como combustible y comunicaciones en la retaguardia de la zona donde se esté combatiendo, en lugar de meros actos de terror y destrucción gratuita, por impresionantes que éstos puedan parecer.”
En otro telegrama que sí envió, Churchill hacía hincapié en que seguir destruyendo zonas residenciales y similares era contrario a los intereses de Gran Bretaña tras la guerra. Al día siguiente y tras ser informado por Bottomley del telegrama de Churchill, el Mariscal de la RAF Arthur Harris, contestaba así en un escrito al Ministerio del Aire:
“[…] Los ataques sobre ciudades, como cualquier otro acto de guerra, son intolerables a no ser que tengan justificación estratégica. Pero son estratégicamente justificables en tanto en cuanto ayudan a acortar la guerra y salvar vidas de soldados aliados […] Para mí, personalmente, todas las ciudades alemanas que quedan no valen lo que los huesos de un solo granadero británico […] Dresde era una aglomeración de fábricas de munición, un centro administrativo intacto y un nudo de comunicaciones básico para el transporte hacia el Este. Ahora ya no es nada de eso.”
Como muestra de la personalidad del Mariscal Harris, se cuenta que cuando un policía de tráfico le paró por exceso de velocidad y le advirtió en tono recriminatorio: “Señor, podría usted haber matado a alguien”, Harris respondió: “Muchacho, yo mato a miles de personas todas las noches”.
Al Mariscal Arthur Harris, se le condedió el título de Sir por su enorme “valía”.
La cifra de víctimas
Las cifras habituales de víctimas por el bombardeo de Dresde en las primeras décadas de la posguerra utilizaban cifras de seis cifras. En 1948, el Comité Internacional de Cruz Roja, basándose en informes prodecentes de las autoridades alemanas, mencionaba 275.000 cuerpos “identificados”. Algunos autores elevaban la cifra a entre 300.000 y 500.000 víctimas mortales.
Estas cifras se realizaban en función de la extensión del área bombardeada, el elevado grado de destucción, las declaraciones de los supervivientes y el elevado número de refugiados, militares heridos, prisioneros de guerra, trabajadores extranjeros y habitantes que en ese momento se supone estaban en Dresde. La cifra estimada de ocupantes de la ciudad en el momento del bombardeo sería de una población total de entre 1.000.000 y 1.200.000 personas.
La situación comenzó a cambiar cuando en 1955, el primer alcalde de Dresde de la posguerra, Max Seydewitz, dio en su libro Zerstörung und Wiederaufbau von Dresden la cifra de, al menos, 35.000 muertos.
En 1963, Georg Feydt, ingeniero de defensa civil en Dresde durante la guerra, escribió que el número no podía haber sido en ningún caso mayor de 50.000, citando una cifra oficial de 39.773, pero nunca mencionó cual era su fuente.
Ese mismo año el británico David Irving calculó en su libro La destrucción de Dresde, entre 135.000 y 250.000.
El antiguo oficial del alto mando de Dresde Eberhard Matthes, afirmaba, ya entrada la década de los noventa, que el 30 de abril de 1945 tuvo lugar en su presencia una conversación telefónica con Adolf Hitler, realizada a petición de este, en la que se informó al Führer de 3.500 cadáveres identificados, 50.000 identificables y 168.000 inidentificables.
Cifra aportada por la última investigación.
En 2005, con motivo del 800º aniversario de la ciudad, el Ayuntamiento de Dresde decidió encargar al catedrático de Historia Rolf-Dieter Müller encabezar una comisión independiente de historiadores para determinar de manera fiable el número de fallecidos en el bombardeo. La comisión trabajó con los documentos conocidos hasta la fecha, nuevos datos procedentes de actas hasta el momento desconocidas de los archivos municipales, descubrimientos arqueológicos y testimonios de testigos del bombardeo. La comisión fue interrumpida brevemente por motivos económicos entre finales de 2006 y principios de 2007.
Los investigadores presentaron sus primeros resultados en 2008 y concluyeron su trabajo en marzo de 2010.
La comisión determinó que, según las pruebas existentes, se podía afirmar que el número de víctimas mortales del bombardeo fue de un mínimo de 18.000 y un máximo de 25.000 personas.
Objeciones a las cifras dadas por la comisión.
La principal objeción a las cifras dadas por la comisión es que se basaba en documentos. La comisión afirmó que las cifras oficiales habían sido manipuladas añadiendo un cero de más a los números. Los objetores argumentan que en una guerra, con una ciudad repleta de refugiados desplazados, de soldados heridos, de prisioneros de guerra, que después es reducida a cenizas, el valor estadístico de los documentos e informes no debe ser demasiado fiable, y mucho menos cuando el enemigo soviético avanzaba sobre la ciudad.
Curiosamente la comisión sí confirmó la existencia de la enorme tormenta ígnea que ocasionó vientos huracanados de 240 kilómetros por hora hacia los principales incendios. Pese a reconocer temperaturas capaces de derretir el vidrio y el hiero (de más de 1000º C), la comisión afirmó que los cuerpos humanos siempre dejan restos y negó la posibilidad de que hubiese víctimas volatilizadas sin dejar rastro. Müller aseguró que incluso con las condiciones ideales de un crematorio, los cadáveres dejan rastros. Lo cierto es que la temperatura de funcionamiento de una cremación moderna es de 800 a 900º C durante dos a cuatro horas.
En el caso de Dresde estamos hablando de cuerpos víctimas de bombas explosivas, derrumbes, temperaturas de mucho más de 1000ºC e incendios y bombardeos que duraron varios días. Basándose en estas evidencias históricas, muchos historiadores opinan que las condiciones para la volatización de cuerpos humanos, contrariamente a lo que afirma la comisión, sí existieron.
Motivaciones políticas en la cifra de víctimas.
Desde un primer momento el bombardeo sobre Drede fue utilizado como propaganda de guerra por el régimen nazi. En un primer momento Goebbels (6 de marzo) habló de 40.000 víctimas mortales. Con fecha 25 de marzo, el departamento de propaganda de Goebbels elevó la cifra a 200.000. Algunos periódicos del norte de Europa se hicieron eco de esta última cifra e incluso la incrementaron.
Con el fin de la guerra, Dresde quedó en manos del bloque soviético. En un primer momento los rusos culparon a los propios alemanes por el bombardeo de la ciudad, que era una consecuencia de la guerra creada por Alemania, pero con la guerra fría la postura soviética cambió. Tres años después de finalizada la guerra, el bloque soviético cambió su postura y acusó a las potencias occidentales de ser los «únicos culpables del bombardeo criminal de Dresde sin ninguna necesidad militar». Desde 1949, en contra de los informes oficiales actuales, la propaganda de la RDA acusó a los Aliados de querer dejar a la Unión Soviética una Alemania Oriental innecesariamente destruida. Se utilizó la expresión “aerogansters angloamericanos” para referirse a estos bombardeos.
Esta es la forma en la que Drede se convirtió en la Hirosima de los alemanes. Frente al holocausto judío, los alemanes podían presentar el holocausto de Dresde.
A la fecha de hoy, la controversia sobre la cifra real de víctimas aún no ha terminado.
¿Dresde, crimen contra la humanidad, holocausto, crimen de guerra?
Tras la guerra, la comunidad internacional no condenó inmediatamente la práctica de los bombardeos indiscriminados. En la IV Convención de Ginebra (1949), los EE.UU. y el Reino Unido rechazaron tipificar los bombardeos de superficie como crimen de guerra, porque eso habría supuesto reconocer su culpa por los ataques sobre civiles alemanes y japoneses. Este vacío legal en el momento en que ocurrió el suceso, hace que exista una gran polémica a la hora de clasificar el bombardeo de Dresde como crimen de guerra. El Dr. Gregory H.Stanton, presidente de Genocide Watch, es de la opinión de que «el holocausto nazi es uno de los más viles genocidios de la Historia. Pero el bombardeo aliado de Dresde y la destrucción nuclear de Hiroshima y Nagasaki fueron también crímenes de guerra [...] Todos somos capaces de cometer el mal y debe haber leyes que nos disuadan de hacerlo». Otros historiadores, entre ellos el historiador Donald Bloxham, está de acuerdo: «El bombardeo de Dresde del 13 al 14 de febrero de 1945 fue un crimen de guerra». Bloxham sostiene que el episodio es suficiente para encausar prima facie a Winston Churchill, entre otros, y que en un hipotético juicio podría ser hallado culpable. Considera que esto resultaría sorprendente por el hecho de que «para la gente, "criminal de guerra", al igual que "pedófilo" o "terrorista", se ha convertido en una categoría moral, más que una legal».El premio Nobel alemán Günter Grass es otro de los intelectuales que también se han referido a Dresde como un crimen de guerra.
Por el contrario, el filósofo británico A. C. Grayling describió los bombardeos de superficie británicos como un «acto inmoral, porque destruir todo [...] contraviene todos los principios morales y humanitarios relacionados con una conducta de guerra justa», pero «no es estrictamente correcto describirlo como un crimen de guerra».
¿Propaganda de extrema derecha?
En la actualidad, la extrema derecha y los revisionistas de la Historia difunden rumores y exageran las cifras de víctimas para intentar fundamentar su consigna del «Holocausto del bombardeo» (Bombenholocaust), según la cual el bombardeo de Dresde fue una masacre perpetrada sobre una «ciudad blanca», comparable con Hiroshima y Nagasaki o el Holocausto; lo único que lo diferenciaría de estos es que ha sido olvidado por la «historiografía de los vencedores» .
La conmemoración del crimen.
Existe la tradición de tocar las campanas de todas las iglesias de Dresde el día 13 de febrero a las 21:45, hora en que empezaron a sonar las alarmas antiaéreas. En 1959, la ciudad inglesa de Coventry, que resultó casi destruida por un bombardeo alemán, se hermanó con Dresde. En un principio las autoridades soviéticas no fueron partidarias de ninguna conmemoración, pero durante la guerra fría utilizaron el tema de Dresde como aparato propagandístico contra los norteamericanos. A partir de los años 80 las conmemoraciones se transforman en un creciente movimiento pacifista. Despues de la reunificación alemana (1989) las conmemoraciones van degradándose y acaban por dividirse, por una parte la institucional oficial, y por la otra dos movimientos claramente enfrentados que normalmente, por simplificación, se identifican como de extrema derecha y de extrema izquierda.
Manifestantes de extrema derecha.
Organizaciones de emigrados de Prusia Oriental, que promueven el retorno de esos territorios a la soberanía alemana, miembros del Partido Nacional-Demócrata de Alemánia, han asumido la organización de manifestaciones y marchas funerales nocturnas. Lucen parafernalia nazi. Algunos de sus lemas:
«Honor a las víctimas del bombardeo terrorista».
«Holocausto de los bombardeos».
Manifestantes de extrema izquierda (y antisistema).
Enarbolan banderas soviéticas, estadounidense, británicas e israelíes. Algunos de sus lemas:
«Todo lo bueno viene de arriba».
«Los culpables alemanes no son víctimas».
«Ninguna lágrima por Dresde».
«Bombardero Harris, hazlo otra vez»
En primer lugar, los muertos del bombardeo, según la mayoría de historiadores, estuvieron entre 16.000 a 18.000, nada que ver con ese medio millón al que te refieres.
ResponderEliminarEn segundo lugar, Dresde era un nucleo ferroviario clave, una de las zonas industriales más importantes de Alemania y una zona militar que nunca había sido atacada con multitud de cuarteles. La finalidad del ataque era evidente y entra dentro del ABC de la tactica militar: destruir objetivos militares, de comunicación, administrativos y de producción y así minar la moral de la población.
Curiosamente, en Dresde solo se bombardeó una zona concreta de la ciudad y la cantidad de bombas que se arrojaron fue muy inferior a la de otros bombardeos, sin embargo por distintas circustancias, la mayoría ajenas a los aliados, la cifra de fallecidos fue mayor.
Al igual que ocurrió con las bombas atomicas de Hiroshima y Nagasaki, creo que fueron un mal menor con las cuales se evitó que la cifra de muertos al final de la guerra fuese más elevada. En el caso de Japón, si no se hubieran lanzado la resistencia del ejercito japonés hubiese sido mucho más fuerte y el final de la contienda no hubiese llegado tan pronto, lo que hubiese ocasionado bajas mucho mayores. Saludos.
Wafah, hijo de puta , ojala hubieras estado tú en Dresde en el momento del bombardeo
EliminarTienes un doble rasero, entonces; la vida de una persona "de los tuyos" para ti vale lo mismo que 25000 vidas "de los otros". Mi humilde opinión es que todas las vidas humanas valen lo mismo, y que el hecho de acabar con una, da igual si fuera alemana o inglesa, es siempre un crimen. Todo lo dicho sobre los crímenes de los nazis es cierto y es recordado; pero se está olvidando que los aliados también acabaron con vidas humanas inocentes
Eliminar@ Wafah, no sé si te has leído el artículo. La cifra que das de víctimas ya está recogida en el escrito como la oficial.
ResponderEliminarCreo que no te das cuenta de que en el artículo se intenta hacer un resumen de todos los puntos de vista para que sea el lector, y no yo, desde su optica personal y racional, el que llegue a sus propias conclusiones.
Mi opinión personal sólo critica el oportuno, políticamente muy oportuno, baile de cifras a la baja. Aunque, claro, tengo otra opinión personal más amplia que se sustenta en las siguientes evidencias:
- la ciudad estaba atestada de refugiados, heridos e incluso prisioneros de guerra.
- era una ciudad sin defensas ante un ataque aéreo, con pocos refugios en relación a la población censada, unos 600.000 ha. y aún menos con respecto a la población flotante, que podían ser 600.000 más.
- la zona industrial no fue bombardeada durante estos bombardeos, sólo se bombardeó la zona residencial.
- el nudo de comunicación ferroviario tampoco fue bombardeado. Se bombardeó una semana más tarde.
- por la cantidad de bombas lanzadas, explosivas e incendiarias, que suman varios miles de toneladas y casi 1.000.000 de artefactos distintos; la utilización de más de 1.000 bombarderos en oleadas; la planificación del ataque en "alfombra", para exterminar a los equipos de socorro y a los supervivientes que salieran de sus refugios; que se bombardeara reiteradamente una zona exclusivamente vicil, con viviendas, hospitales, escuelas y... por casualidad, un par de cuarteles atestados de soldados heridos, eso, para mi, y creo que para cualquiera con un mínimo de sentido de la ética, es un crimen de guerra.
- que en un bombardeo en el que participan más de 1.000 bombarderos, con una tripulación media de cinco hombres; en el que se lanzan miles de toneladas de explosivos, contenidos en casi 1.000.000 de artefactos distintos, que no afectó a instalaciones industriales, ni a la red ferroviaria (excepto a la estación civil), se pretenda que sólo ocasionó 18.000 víctimas civiles, entre las cuales hay que sumar casi ¿25.000?, prisioneros británicos y norteamericanos que se vaporizaron en el aire, es para concluir que quienes planificaron este bombardeo eran unos completos incompetentes.
Estos inútiles necesitaron lanzar más de 100 artefactos (entre incendiarios y explosivos) para matar a un sólo civil alemán; movilizar a más de 1.000 aviones; más de 5.000 hombres volando; más los mecánicos en tierra; el combustible; los aviones que se perdieron por causas técnicas... Vamos, unos chapuzas incompetentes.
El caso es que estos "chapuzas incompetentes" fueron felicitados y condecorados por su chapucera, costosa y miserable acción de no tocar una sóla fábrica, ni la red ferroviaria, ni nada importante excepto el centro civil de una poblacion indefensa.
Suena un poco raro, ¿no?
Por otro lado, Wafah, si lees el título del artículo, aunque sólo hubieran sido 1.000 víctimas civiles, por la forma criminal y reiterada en la que se planificó el bombardeo, el caso es que sigue siendo un crimen contra la humanidad.
Para terminar, me parece que si este artículo fuera sobre el bombardeo de Guernica, entonces sí que para ti sería un crimen contra la humanidad, que tambien lo fue. La diferencia, Wafah, es que yo no distingo entre el asesino bueno y el asesino malo. Otros, sois muy dados ha aceptar que hay crímenes indiscriminados buenos, perdonables y necesarios. No es mi caso. Saludos.
Una buena respuesta, Stop, pero... qué te hace pensar que Wafah es de izquierdas ?
EliminarNo ha dicho que Wafah sea de izquierdas... El mencionar Guernica no es patrimonio de la izquierda, pero se puede considerar un bombardeo de los nazis, y por ser cercano a nosotros estar mas sensibilizados hacia él que si nos hablan de una ciudad de otro pais.
EliminarEn cuanto al articulo en sí, muy bueno, tratando de ser objetivo y dando todos los posibles numeros. En cuanto al bombardeo, no hace falta ser Gandhi para considerarlo un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad. Y en cuanto a los numeros, dificil de creer que "solo" hubiera 30000 muertos. En cualquier caso son suficientemente impresionantes como para considerar a los responsables no solo asesinos, sino gente realmente enferma. Supongo que una guerra como esa pasa factura psicologica al más pintado, pero esta claro que convirtio a esas personas en locos asesinos sedientos de sangre, y con patente de corso para hacer lo que quisieran. Resultado: Dresde.
Pues sí, fue una auténtica aberración que hoy en dia , sin ningún género de dudas, sería tratada como un acto de "crímenes contra la humanidad".
ResponderEliminarA mi no me vale ese argumento de que al igual que en Hiroshima, se evitaron mayor número de muertes; volvemos al asunto de siempre y en estas fechas tan recurrente: el fin nunca justificfa los medios.
Natalia, efectivamente, "el fin nunca justifica los medios". Saludos.
ResponderEliminarLos más preciados tesoros de un ser humano, la libertad y la vida, nunca deberían ser arrollados bajo ningún concepto. Una sola vida humana, es infinitamente más válida que toda la estructura de un ejército, los tesoros de un país, o los postulados de ninguna religión.
ResponderEliminarFue un crimen contra la humanidad.
ResponderEliminarHijos de la gran puta.
ResponderEliminarEste acto aberrante claro que es un crimen contra la humanidad, en cualquier época, estos malditos asesinos Churchill,Truman,Harris, deberian ser parte de la historia de la humanidad como los asesinos mas grandes de todos los tiempos, al igual que los judios y el psicópata Stalin.Bien que han sabido engañar a la humanidad con sus mentiras y farsas,perros desgraciados que deben estar achicharrandose en el Infierno de Dante!!
ResponderEliminarSoy nativo Argentino, hijo de padres berlineses... sinceramente me rompre los huevos que la historia la cuentes los yanquis y cia ... estoy llendo a Dresde y Berlin para conocer lo que quedo, todo el mundo habla de los bombardeoas en Japon..... nadie reconoce ni comenta las atrocidades que han hecho en Alemania y eso es una verguenza...no quiero engancharme mal..... pero la historia es mas pero mas que relativa..
ResponderEliminarVictor Opfer Miller
opfermillerarrobahotmail.com
Una simple masacre de guerra en un a ciudad Alemana, que rara vez se comento en medios masivos de comunicacion,,,,,, una verguenza.....
ResponderEliminarTodo vuelve...
opfermiller arroba hotmail.com
No se necesita mucha capacidad intelectual, ni avezados conocimientos sobre ética o moral para establecer que lo ocurrido en Dresde, Hiroshima, Nagazaki o la misma Londres, fueron "crímenes de guerra". Estas acciones despiadadas y sin ninguna justificación (en serio, sin ninguna justificación),no pueden desde ningún sentido entenderse como otra cosa que como actos lesivos contra la humanidad. En una guerra, no existen justos o injustos, buenos ni malos, es la bestialidad humana la que termina emergiendo desde lo más oscuro y nos demuestra la fina linea que nos separa de lo irracional. Lamentable,y lo más triste, es que no hemos aprendido nada. Se siguen bombardeando ciudades, pueblos y aldeas atiborrados de gente indefensa. Me gustaría que algún día, los psicópatas genocidas como este Harris, Hittler, Stalin y cía, al igual que sus séquitos amantes de la sangre y el sufrimiento gore de su semejantes, sean encerrados en un lugar en donde se masacren entre ellos y nos dejen a los de bien vivir en paz. veo a mi hija jugando alegre y me imagino al padre alemán, al judío, al soviético, al sirio, al japonés, en fin, a todo hombre toda por la guerra, y me da piel de gallina. ¿Cómo enfrentar esa situación? ¿Cómo asimilar una muerte, cuando hay tanto culpable? Es aterrador. El fin de toda guerra, es una utopía, pero el deseo de un mundo de paz, es una realidad, una realidad que en algún momento, nos llegará a todos lo que amamos esta hermosa tierra bajo nuestros pies...
ResponderEliminar