Como se ve en los dos dibujos inferiores, nuestro sistema solar está rodeado en su exterior por un enjambre de billones de objetos helados que forman la “nube de Oort”. Esta nube de material impide apreciar la existencia o no de un planeta tras esta nube.
Desde hace mucho tiempo los astrófísicos se dieron cuenta de variaciones inexplicables en las trayectrorias de Urano y Neptuno, así como en la propia “nube de Oort”. Para explicar estas alteraciones, se viene especulando con la posible existencia de un décimo planeta que estaría situado tras esta nube.
¿Qué características tendría este planeta?
Esto es algo que ni los astrónomos han conseguido explicar. Hay tres teorías.
Para unos podría ser una enana marrón o roja, la estrella compañera, apagada, de nuestro sol. De ser así, su nombre sería Némesis. Némesis en la mitología griega era la diosa de justicia, la venganza y la fortuna. Por ahora nadie ha conseguido aún descubrir este cuerpo celeste que tendría unas veinte veces el tamaño de Júpiter y estaría a un año luz de nosotros.
Para otros podría ser un planeta como Júpiter, gaseoso, pero cuatro veces más grande, que habría sido atrapado no se sabe como por nuestro sistema solar. En tal caso se le ha bautizado con el nombre de Tyche, que era la diosa de la suerte y el destino en la mitología griega.
Para unos pocos es un planeta con una gigantesca órbita extrasolar que sólo entra en nuestro espacio visible cada miles de años. En ese caso cada vez estará más cerca y sería pronto detectado como tal cuando traspase la “nube de Oort”. En este caso existe el gran peligro de que la llegada de este planeta produzca lluvias de meteoritos y formación de nuevos cometas que saldrían de su órbita. En tal caso su nombre sería Nibiru, y se supone que la humanidad ya habría dejado constancia de su existencia en unas tablillas mesopotámicas (se interpreta por la cronología Sumeria que sería visible cada 3600 años). Según los expertos traductores, Nibiru significa: “lugar que cruza”.
¿Cuál de estas teorías puede ser la correcta?
La NASA afirma que podrá dar respuesta a todas estas incógnitas a mediados o finales del 2012, cuando un satélite de observación lanzado el pasado año, llegue y se posicione en un punto desde el cual podrá saberse qué es lo que se esconde, en sentido figurado, tras la “nube de Oort”.
Otros afirman que para entonces ya no hará falta ningún satélite y que con los satélites actuales se podrá detectar al nuevo planeta, pues suponen que está acercándose a nosotros.
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